domingo, 23 de febrero de 2014

La noche en bici

...O la noche de la loca que susurraba, gritaba, a las bicis.

La noche.
Seguro que todos nosotros hemos tenido esas típicas noches que distan mucho de tener un desarrollo normal. Noches un tanto surrealistas y algunas que derivan en catástrofe. Bien. Ayer fue una de esas noches. Tuvo mucha variedad. La llamaré la noche magazine.

Como cualquiera de estas noches, esta tiene un comienzo común. El mercadona. Con mucho gusto y refinería pillamos vino, sidra y pacharán. Los kilos de Steinburg se sobreentienden.

La siguiente parada, o más bien comienzo oficial de la noche: Fiestecita party en casa. Con el piribiri pipi. Mi compañera de piso es arrastrada por el suelo y definitivamente lanzada como un saco a una cama acompañada de un peso extra: yo. La tenía tan bien agarrada por los pies que no pude desligarme de ella, con moratón en el culo consecuente. Hasta ahí todo bien.

Cuando el piso ya no da más de sí o las exigencias del guión nos empujan hacia llanas, yo cojo la bici (sí, había ido en bici) y me voy a una fiesta en otra casa donde Cristo perdió el alparce. ¿Alguien sabe la dirección de dónde Cristo perdió el alparce? Yo tampoco. Entre tanto, o entre tan poco, ya que fue nada más salir de la primera parada, me senté en un prao para visualizar la movilidad de las estrellas. Al final llegué a mi destino. Quizás un par de horas antes habría pintado más, pero entre la tardanza y la turbiedad del contexto psicosocial y mental no me veía mucho qué hacer. Con esta idea hice la 13 14 y me dispuse a ir hasta llanas en mi querido transporte.

No es que dude de la fiabilidad de la vieja bici Scot pero no sé a qué hora tenemos el primer parón en medio de la carretera para hacer unos reajustes. Mientras hablo con la bici un chico me pregunta que si llevo un día duro. Contesté que no, que solo era una tontería. No sabía lo que me esperaba. Finalmente llego a la zona de marcheta de Burgos.
-         ¿Dónde estáis?
-         No estamos.

Mierdaputa.
¿Y qué cojones hago ahora? Con la motivación de pillar a mis amiguetes anteriormente abandonados (bueno, es relativo, los muy cabrones fueron y vinieron en coche) había sudado y me había cansado. Sin contar el pequeño detalle de “no creo que pase nada si no llevo los guantes hoy”. Como ya he citado en anteriores capítulos, me fui a mi garita de pensar. La puerta de la catedral. "Voy a revisar contactos y ya si eso ya tiraré cuando recupere fuerzas". Jodo, qué calentico se está aquí. Que no sopla el viento. Qué cómoda es esta piedra, etc. Me despierta de mi letargo una llamada. ¡Coño, un superviviente! Por extrañas razones me veo obligada a ir hasta Bernardas. Para los que se sepan el trayecto, contando la magnífica velocidad de la vieja Scot (sarcasmo a parte) tardé media hora (u más) en llegar. Me fui haciendo amigos por el camino, todos coincidían con la descripción de “fiesta de la salchicha”. La bicicleta causó furor, sobre todo cuando me tuve que parar otra vez a poner bien el asunto. Nada grave, seguimos rumbo a Bernardas.

Llego a Bernardas. No, espera. Me paro antes para atar la bici y me quedo hablando con otra “sausage’s party”. Ahora sí, llego a Bernardas con la bici. Pasé de atarla, no porque no me fiara de los pavos con los que había estado de palique, sino por cariño. U odio, no sé ya... leñe.
Cual periscopio estiro mi cuello para ver un puto jeto conocido. Entre tanto mi bicicleta sigue causando furor a las 5 a.m. y me hago amiga de un grupo cuyos integrantes estaban formado también por hembras. Definitivamente me decido a acabar el recorrido de la “L” de Bernardas ya que no veo, sino que oigo la música del tío de la guitarra de las conchas. Igualico que un piso franco, encuentro a mis amigüicos a la vera del amigo guitarrista.
-         ¿Vamos dentro de un bar a pillar algo?
-         Paso, me quedo aquí fuera, ya saldréis.

Mientras me quedo con el amigo musical perdida en mi propio mundo oigo algo no tan armonioso. Mi bici se cae. Sola. ¡Meca! La tranquilizo “ven, bonica, vamos a ver qué te has hecho”. La puta loca de la bici, sí. Las dos ruedas frenadas. La pobre estaba más hasta los cojones que yo de dar vueltas.

A la hora de marcharse, porque me marché (sé que me marché porque ahora me encuentro en casa escribiendo esta puta mierda) me costó bastante arrancar. Literal, hablando desde términos automovilísticos no contaminantes. “Vamos Scot”. Sí, sí, en alto, me la pelaba todo ya. “Veeeenga”
-         ¿Te ayudo?
-         No. (mi cara, ya os la sabéis. Sí, la de hacer amigos, esa)
-         Que sí, un momento, que se te ha enganchado el freno (plim!). ¿Vés? Ya está.

Qué chico más majo. Pude por lo menos salir del mogollón ese decrépito costroso que se forma en esa calle. Calculemos. 50 metros más tarde me tuve que volver a parar. Lo mismo de antes. Pero esto fue muy gracioso, porque creo que me vino el chico más caballeroso de Burgos en ese instante. Describamos la situación y luego demos paso al diálogo:

El galán este se apoya en la pared con las manos en los bolsillos y una pierna apoyada hacia atrás. Igualico que un cartel del corte inglés y muy elegante el gacho también. Mientras, yo enfrente con la bicicleta al revés entre las piernas cagándome en todo lo que se meneaba e intentando solucionar el asunto de una manera más bien arcaica.

-         Buenas noches
-         Buenas... me cawenlabiciloscojones...
-         ¿De dónde vienes?
-         De Bernardas, de super fiesta. (SARCASSSMMMMM)
-         Y, ¿A dónde vas?
-         A mi puta casa si esto me deja, hostia. (Toma finuras!!!)
-     Pareces una chica maja (tócate los webos), no eres como las chicas de por aquí, que son más rancias. (Entre tanto, yo iba farfullando cosas que omitiré)
-         Bueno, soy maja porque me estás ayudando mucho.
-         ¿Qué?
-         Nada, nada. (¿De dónde ha salido un tío con una realidad tan distorsionada?)

Entretanto me tranquilicé, aflojé la rueda y la volví a poner bien para que no chocase contra la barra. Me despedí cortésmente y me largue lo más rápido que pude. Aunque la velocidad fue variando, ya que se me iban frenando las ruedas. ¡Qué bien, una bici con cinco dinamos pero sin luz! GENIAAAAAAAL, mierdaputamecawenlaleche.

Y se me congelaron los dedos. No podía ni coger el manillar. Vivo al límite. Así que con las manos rojas y  un moratón en el culo me metí en la cama.

¡Qué noche!¡Qué noche! Y lo que no está escrito...

Lo impresionante es que no me diese ninguna leche. 


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